Silvia Llop, psicóloga: “Según el vínculo y cómo vivas el duelo, perder a una mascota puede doler más que perder a un familiar”

El día que mi padre llevó a Pepe a sacrificar, el hombre no se imaginaba que, en el preciso momento en que el líquido del sueño eterno entraba por las venas de aquel inefable bóxer, iba a dar comienzo una de las épocas más tristes de su vida. La más triste, diría yo. Más que cuando murió su madre, mi abuela, unos años antes. Entonces mi padre lloró y faltó al trabajo y asumió lo que era ley de vida. Pero con Pepe, lloró y al día siguiente fue a trabajar, y los meses pasaron y el vacío creció un poco más cada día.
Porque la muerte de una persona es un suceso terrible, pero a la de un perro, se le suma: 1) Que no puedes echarle nada en cara, ni un desprecio, ni un ápice de envidia, ni una salida de tono. Y 2) Que acontece demasiado pronto, cuando nuestro compañero de pelo y patas apenas tiene diez, doce o, a mucho estirar, catorce años de nada. Un suspiro para un ser tan maravilloso. Sólo quien lo haya vivido lo entenderá.
Si Pepe murió a finales de septiembre, en marzo del año siguiente, el hombre seguía sin levantar cabeza. Un poco culpable sí que se sentía, por haberle afectado la falta de su perro tanto o más que la de su progenitora.
La psicóloga Silvia Llop disculparía a mi padre y a todas aquellas personas a las que les ha sucedido esto: “Dependiendo de la relación que tuvieras con esa persona o de cómo proceses el fallecimiento, puede afectarte más la pérdida de un animal que de un familiar. Al familiar puede que lo quisieras un montón pero no tenías la misma convivencia constante. Ese espacio de tu vida que llenan los animales es tan grande que la pérdida cuesta mucho de asumir porque no sólo se siente en el corazón, sino que también se nota en cada rincón de la casa”, me decía no hace mucho.
Un estudio reciente de una aseguradora de animales dice que el 93 % de los españoles considera a su “mascota” como un miembro más de la familia. Este porcentaje supone cinco puntos más que los resultados del informe anterior. Lo de “mascota”, entre comillas, porque siempre me pareció terrible ese calificativo para un compañero de vida.
En Argentina pasa algo similar. Hay 9 millones de perros registrados en hogares argentinos -según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA)-, la presencia de estos animales en la vida cotidiana no deja de crecer. Hoy ya no son solo mascotas: son miembros activos de la familia.
Se les celebran cumpleaños, reciben regalos y hasta aparecen en redes sociales como verdaderas celebridades. Esta transformación revela un cambio profundo en la manera en que nos relacionamos con los animales.
Sin embargo, pese a dolernos tanto la falta de nuestros amigos peludos, no existe un permiso retribuido laboral específico por la muerte de un animal compañero. O de un compañero animal, si se quiere. De momento, si éste fallece y necesitás ausentarte del trabajo para hacer el duelo o las gestiones para su incineración o entierro hay que pedir al jefe días de los que están destinados para asuntos propios, siempre que la empresa tenga establecidos esos días de libre disposición y estén dentro del convenio colectivo, o tomar un día de vacaciones.
Teniendo en cuenta que hay un incremento mayor de perros que niños, 1,5 canes por cada infante menor de 14 años, el trago de la pérdida de un perro lo van a tener que pasar cada vez más trabajadores. No sería extraño, pues, que las empresas se adaptaran a esta situación.
Más allá de nuestras fronteras, se están impulsando iniciativas legislativas para otorgar permisos laborales por la muerte de mascotas, reconocidos como un duelo válido y necesario para el bienestar emocional de las personas.
En Chile, por ejemplo, existe la Ley Duque, un proyecto de ley que quiere otorgar un día de permiso laboral y escolar en caso de fallecimiento de un animal. El proyecto lleva el nombre de “Duque” en honor a la mascota del periodista que impulsó la iniciativa. Otros países como Colombia y Argentina también están considerando la creación de leyes similares para otorgar algunos días de permiso remunerado por la muerte de un animal de compañía.
Y en Estados Unidos, aunque la legislación laboral no incluye disposiciones específicas al respecto, algunas empresas pet-friendly dan a sus empleados un número determinado de días libres con goce de sueldo, similares a las licencias por duelo por muerte de familiares. En Nueva York se ha propuesto una medida que permitiría a los trabajadores tomarse hasta 56 horas de permiso laboral para cuidar a sus mascotas o hacer el duelo por su muerte.
Fuente: www.clarin.com